jueves, 11 de junio de 2020

¿Ser o no ser?, esa es la cuestión

Si algo define mi relación con la salida al trote por la ciudad es la longevidad del vínculo. Como he escrito: ni muy rápida, ni muy constante, pero resistente.
Acá estoy cuatro años después de mi último posteo. Ya los blogs pasaron de recontra moda. Instagram casi no existía. Yo no había cumplido cuarenta. Y así las cosas... mucho de lo mío sigue igual.

Lo que seguro no había ocurrido es del orden de lo global. Nadie hubiera dicho que tantos cómics y libros de ciencia ficción me habían preparado mentalmente para circunstancia tan particular como la reclusión social a la que nos vemos afectados por la aparición súbita y, prácticamente simultanea, de un virus mundial.

Quedarnos en casa, quedarnos encerrados. Hacer todo a distancia. O todo pegoteados, para los que vivimos con otras personas.


En esta extraña situación y a pesar de todos los privilegios que me rodean, mover el cuerpo se ha vuelto una imperiosa necesidad. Y trasladarlo en el espacio un anhelo casi imposible. Una utopía.

En estos años tuve que dejar de correr: tres protusiones cervicales me tuvieron durante largos meses con dolor constante, pinzamiento de un nervio, y vértigo. Hubo quien me dijo "nunca más a correr". Pero también algún entusiasta profesional que aseguró que un día volvería. Cuando el dolor agudo pasó y fui aprendiendo a cuidar más mi cuello, a bajar la tensión y a aceptarlo, cada tanto salía a correr. Pero fui aceptando que tal vez la relación se había terminado.

Con una amiga discutíamos sobre la identidad y los roles. Los motes y las prácticas. ¿Fuiste una corredora? ¿Acaso importa? Supongo que, como animales que somos, intentamos acercarnos al placer y huir del dolor. Y buscamos repetir esas sensaciones que añoramos o que nos ayudaron a existir. Me pasó con correr. Y ayer, en medio de la pandemia, en esta ventana de permisos (que ciertamente va a terminarse pronto por la irresponsabilidad de tantos corredores que salieron sin ton ni son), me calcé una vez más las zapas, añadí en esta ocasión un barbijo, un tuvo de alcohol en gel, y salí a la medianoche, a correr.

No se bien cuándo, ni cómo, ni si podré reincidir. Pero, por ahora, le abro la puerta a la corredora murciélago que se reencuentra a sí misma.



miércoles, 30 de noviembre de 2016

En la pelea de Sísifo o elogio del pelotón del medio

Hace unos diez días estaba trotando (que ya no me animo a llamarlo "correr") y pensaba en cuán difícil me resultaba cada una de las veces, volver. Y, cómo, a pesar de los años, continuaba intentando, como Sísifo, subir la piedra a la cumbre de la colina para observar desahuciada un nuevo descenso. Pensaba -como siempre que uno trota- con esa forma más o menos fluida, suspendida en la corriente vital, con frases cortas que aparecían armadas como titulares. "Elogio de la medianía" o "No es tan malo ser mediocre" eran sintagmas que atravesaban el esfuerzo grandísimo que mi cuerpo y conciencia hacían por no frenarse o no caer.
Y es que, aunque los resultados no acompañen, el mío es un caso como el de tantos: el grandísimo pelotón del medio. Un colectivo bien nutrido de los que hacemos la tarea como dicen los libros, ponemos garra, sacrificio y hasta un buen esfuerzo general de los que nos rodean, pero nos mantenemos en la misma línea, sin mejora aparente, cuando no bajando, como Sísifo, del escalón original. 





Este blog es poco profuso pero tiene un mérito: mantenerse a través de los años. Eso es positivo sobre todo para mí que soy su lectora principal. En la magia de la gratuidad relativa que nos otorgan soportes como blogger o facebook  (que bien podría discutirse en éste y  en otros contextos) , encontramos la posibilidad de cierto registro en continuado. Entonces, aunque espasmódico, el gesto de volcar cierto tema al papel se perpetúa. Hace un año escribí: Tal vez mi estilo sea así, no será el de una "natural runner" pero hay mucha tenacidad avanzando en el camino. ¿Cuántos otros corredores humildes pero persistentes hay dando vueltas por allí?

He escuchado y leído muchas historias "de éxito" respecto de los corredores y sus vidas; los corredores y el arte; los corredores y el cuerpo; los corredores en general. Pero no abundan o no se dicen, las historias de fracaso, o de tinte realmente emocional que reconozcan la persistente frustración del desencanto.
Aunque estoy segura de que hay muchos más como yo por ahí en las plazas, calzándose sus zapatillas a riesgo de pasarla verdaderamente mal.

Pues entonces ¿qué hay que hacer? ¿Dejar? ¿Resistirse y sincerar la mediana carrera sin avances en nuestro hacer?

Me viene al auxilio una frase en la que coinciden revisiones y lecturas del marxismo, psicoanálisis, autoayuda y otros géneros espurios: no se puede tener todo. Es así. No existe más que la ilusión de totalidad. Y, bueno, algunos no vinimos con el chip adeneico que nos permite mejorar y mejorar. Nos tocó un adn perezoso y lento, pero resistente. Que vuelve y vuelve a retomar. Así estamos. Ha nacido Mora, mi bebita adorada y, una tesis, un duelo, y quince kilos después, otra vez vuelvo a intentar llegar en algún día soleado a correr 10 km en 6 minutos, mientras pasan como saetas los corredores y corredoras atléticos, a izquierda y derecha, sin mirar atrás.

lunes, 24 de agosto de 2015

Correr en vacaciones

Hace mucho escribí sobre los lugares en los que había corrido. Es una de las cosas lindas de los deportes al aire libre: la posibilidad de seguir haciéndolos en cada lugar al que vas. No importa si viajás para trabajar, con amigos, en familia, solo. Las zapatillas entran en cualquier valija y las calzas se lavan y secan en medio día.
Gracias a nuestros queridos J. y A. hemos viajado seguido al país del norte y eso me permitió correr el año pasado por las callecitas de Brooklyn y este año por la calurosísima California.
Mi familia en esto es lo más. No solo comprenden lo bien que me hace gastar energía y acumular endorfinas sino que me alientan a mejorar y a aprovechar cada momento posible. Me han bancado nuestros padres, hermanos, primos y, sobre todo, marido y niño en muchas ocasiones.
El último viaje fue un lujo por muchos motivos: una de las perlitas fue haber contado con tiempo para entrenar y correr. Gracias por alentar y esperarme con el desayuno (o la cena) a la vuelta de las corridas!!

miércoles, 12 de agosto de 2015

Doctora: ¡a correr, por favor!

Un día terminé la tesis. En el verano. Y en marzo la defendí. Y lo que parecía imposible se volvió realidad. Me otorgaron el doctorado en Letras y me saqué diez, con toda la parafernalia.
Costó. Un montón, pero al final era sólo como seguir corriendo los últimos kilómetros de una carrera larga. Estás agotada, agotadísima, pero ya sabés lo que tenés que hacer.
El verano 2015 fue así para mí, un largo y cansador sprint final.

Paradójicamente, esos cuatro o cinco meses de escritura intensa representaron un parate casi total de las corridas. Y hacia febrero, la ausencia total de movimiento que no fuera masticación y digitación. Eso resultó en un kilito extra por mes y mucha contractura. ¡Pero la tesis defendida, claro!

Mi entrenador y el grupete con el que estuve saliendo a correr el año pasado me escribían y preguntaban cuándo volvería. Yo quería, pero siempre había que escribir más.

Después de la defensa, empecé a plantearme todos los días salir otra vez, y me pasó algo raro: me dio miedo. El año anterior había avanzado un montón en distancia, velocidad y resistencia. Y sabía que retomar me iba a cansar mucho para peores resultados. Por otro lado, yo empecé a trotar en el 2007/2008, cuando me gané la primera beca y siempre estuvo asociado, en mi mente, con el esfuerzo de escribir y terminar. Siempre había sido un largo empuje personal que me dictaba: si podés seguir una cuadra más, también leer y escribir un nuevo renglón.

Yo no era (y no soy) una deportista de raza, motivada por la competencia y de rápida recuperación o sorprendentes resultados. Correr era un contrapunto de la tarea intelectual, una descarga, un reservorio de energía y, luego, un tiempo personal por fuera de la maternidad... ¿Se habría integrado "genuinamente" a mi rutina, a mi vida? ¿Podría bancarme el esfuerzo sin la otra motivación, la de lograr terminar de escribir la tesis?


Después de casi un mes así, en la constante presión personal de "debería salir a correr" y la constante aparición de excusas (miedos, bronca, fiaca), una semana volví a salir. No me animé a ir al grupo de una, me fui primero tres o cuatro veces a Palermo sola. La primera vuelta fue de película: sentí que era una de esas escenas de recuperación milagrosas en las que una persona incapacitada en sus miembros inferiores de pronto deja la silla de ruedas y empieza tímidamente a caminar. Sentía que las piernas no me respondían y a los dos kilómetros tuve que caminar. Al rato me recuperé y los siguientes tres ya aflojaron. La siguiente salida fue mejor y así fue pasando.

Otro día volví al grupo y, de a poco, fue volviendo un ritmo decente. No el mejor, no el que quiero, pero algo que va tomando cuerpo.

Tal vez mi estilo sea así, no será el de una "natural runner" pero hay mucha tenacidad avanzando en el camino. ¿Cuántos otros corredores humildes pero persistentes hay dando vueltas por allí?

martes, 30 de julio de 2013

Motivaciones creativas: doblarse como un libro

Ayer en el taller de los lunes hicimos un ejercicio de experimentación sensorial y, más tarde, charlamos sobre las motivaciones creativas. Esos disparadores positivos que cada uno conoce o descubre algún día que anda bajoneado y súbitamente algo lo enciende: una canción escuchada por azar, un viento fresco mientras caminábamos encerrados en el padecimiento y que nos sacude. Una mirada de agradecimiento, un chiste inesperado que nos hace reír. Un aroma reconfortante. Un sabor.
Hablábamos de cómo generar esos gatillos creativos. Cómo armarnos, dentro de las restricciones lógicas de lo cotidiano, un espacio para crear. Compartimos detalles íntimos. Para algunos es la música, para otros el silencio. Un sahumerio elegido, un buen café, un mate. Un lugar de la ciudad o de la casa. Un cuaderno, un lápiz. El río. Un recuerdo.

Para mí, entre muchos ejercicios y pruebas que fui acumulando, correr se ha ido convirtiendo en un motivador creativo. Cuando gané mi primera beca me sumí en un caos desordenado y autocompasivo. Seis meses de sentarme en el sillón, no saber qué hacer, mirar la tele, subir de peso y, básicamente, deprimirme por algo que suponía liberador y se había manifestado como opresivo. Un reconocido escritor me dijo "es lo que llamamos ´la nuit del becario´, ya se te va a pasar". Y se pasó. Fue tardando, pero pasó.

Una de las formas que encontré para despabilarme de esa "nuit" insomne fue aferrarme a metas cortas y realizables: obligarme a salir, moverme y limpiar la cabeza. Así empecé a trotar más sistemáticamente.
Después de seis años, entro en el período final (¡espero!) de ese proceso, y necesito apoyarme, otra vez, en un ritmo fuerte para escribir. Escribir con intensidad, sistemáticamente, no se me da como algo natural. Tengo que condicionarme, obligarme y, sobre todo, darme un orden para respetar. A eso me ayuda el trote inicial de la mañana.

Acá estamos: doblándo el cuerpo como un libro. De vuelta entrenando para la Media Maratón de Buenos Aires. Y por retomar la finalización de la tesis que se frenó en el torbellino educativo del primer cuatrimestre.

viernes, 24 de mayo de 2013

Veníamos tan bien...

Desde que retomé el hábito de salir a correr, después del embarazo, nunca había dejado pasar más de quince días sin actividad y siempre compensando con algún otro ejercicio. Bueno, esta vuelta que veníamos tan bien y embalados para correr la media maratón de Rosario, me agarró el parate. Primero P. tuvo una pequeña lesión por una mala combinación de días sin trotar, poca elongación y una trotada excesiva (hay que cuidarse y volver de a poco); después empezó la adaptación de Bb al jardín. Nuestro plan loco desconocía totalmente los avatares de semejante proceso, parece que suponer que un niñato  se queda de una en un lugar desconocido sin problemas es un delirio de principiante. El chico empezó el jardín y nosotros con él. Sumamos escolaridad más escolaridad con el cuatrimestre universitario empezado y mis dos proyectos más relevantes del momento se fueron al tacho. Zapatillas y capítulo congelados, el ánimo tampoco adquirió su mejor aspecto.
Pero aquí estamos, comprobando que las cosas que queremos mejorar (por ejemplo: la lucha por la organización constante) siguen siempre ahí y que el arte no está en seguir cuando venís bien sino retomar cuando te sobreviene la crisis.
Ser normal e intentar hacer deporte parece fácil pero no lo es. Lo de la tesis, bueno, aunque no esté escribiendo ni una línea eso sí que no se va de la cabeza.
Es hora de dejar de estar distraída, volver a cuidarse un poco más, ¡corregir menos!, hacerse menos problema por exigencias banales y egocéntricas.

Por suerte ayer empezamos el día tempranísimo con running y yoga en familia.

sábado, 23 de febrero de 2013

El plan se cumple a medias pero aumentamos kilómetros

De manera desprolija, modus operandi habitual de esta familia, salteando entrenamientos, sin terminar de cumplir con ninguno, hemos comenzado el aumento progresivo de kilómetros.

Internet es buena fuente de consulta para armar un plan, pero la vida no es ordenada como las tablas de word y los calendarios pautados. A veces llueve mucho, a veces hace demasiado calor. Otro día estás muy motivado con el párrafo que lograste y le pagás tributo a la diosa computadora. Cuando no te sentís bien y ya, el proyecto semanal se va al cuerno. Así todo, le seguimos ganando tiempo al trabajo y al ocio, sumando kilómetros trotados. El feriado hicimos nuestra salida más larga: 13,5 km de trote y 4km de caminata. Fue lento (Hora cuarenta). Mal ritmo. Pero la resistencia aeróbica estuvo genial y el objetivo más que logrado.

Nuevas metas en la ruta: entrenamiento de fuerza una vez por semana, pasadas con cambio de velocidad y la rodada larga. 

Metas actuales en la pc: aumentar párrafos crípticos con explicaciones argumentadas. Cerrar plan general de la tesis, sintético y expansivo, tal como pauté con J. esta semana.

Allá vamos.