miércoles, 30 de noviembre de 2016

En la pelea de Sísifo o elogio del pelotón del medio

Hace unos diez días estaba trotando (que ya no me animo a llamarlo "correr") y pensaba en cuán difícil me resultaba cada una de las veces, volver. Y, cómo, a pesar de los años, continuaba intentando, como Sísifo, subir la piedra a la cumbre de la colina para observar desahuciada un nuevo descenso. Pensaba -como siempre que uno trota- con esa forma más o menos fluida, suspendida en la corriente vital, con frases cortas que aparecían armadas como titulares. "Elogio de la medianía" o "No es tan malo ser mediocre" eran sintagmas que atravesaban el esfuerzo grandísimo que mi cuerpo y conciencia hacían por no frenarse o no caer.
Y es que, aunque los resultados no acompañen, el mío es un caso como el de tantos: el grandísimo pelotón del medio. Un colectivo bien nutrido de los que hacemos la tarea como dicen los libros, ponemos garra, sacrificio y hasta un buen esfuerzo general de los que nos rodean, pero nos mantenemos en la misma línea, sin mejora aparente, cuando no bajando, como Sísifo, del escalón original. 





Este blog es poco profuso pero tiene un mérito: mantenerse a través de los años. Eso es positivo sobre todo para mí que soy su lectora principal. En la magia de la gratuidad relativa que nos otorgan soportes como blogger o facebook  (que bien podría discutirse en éste y  en otros contextos) , encontramos la posibilidad de cierto registro en continuado. Entonces, aunque espasmódico, el gesto de volcar cierto tema al papel se perpetúa. Hace un año escribí: Tal vez mi estilo sea así, no será el de una "natural runner" pero hay mucha tenacidad avanzando en el camino. ¿Cuántos otros corredores humildes pero persistentes hay dando vueltas por allí?

He escuchado y leído muchas historias "de éxito" respecto de los corredores y sus vidas; los corredores y el arte; los corredores y el cuerpo; los corredores en general. Pero no abundan o no se dicen, las historias de fracaso, o de tinte realmente emocional que reconozcan la persistente frustración del desencanto.
Aunque estoy segura de que hay muchos más como yo por ahí en las plazas, calzándose sus zapatillas a riesgo de pasarla verdaderamente mal.

Pues entonces ¿qué hay que hacer? ¿Dejar? ¿Resistirse y sincerar la mediana carrera sin avances en nuestro hacer?

Me viene al auxilio una frase en la que coinciden revisiones y lecturas del marxismo, psicoanálisis, autoayuda y otros géneros espurios: no se puede tener todo. Es así. No existe más que la ilusión de totalidad. Y, bueno, algunos no vinimos con el chip adeneico que nos permite mejorar y mejorar. Nos tocó un adn perezoso y lento, pero resistente. Que vuelve y vuelve a retomar. Así estamos. Ha nacido Mora, mi bebita adorada y, una tesis, un duelo, y quince kilos después, otra vez vuelvo a intentar llegar en algún día soleado a correr 10 km en 6 minutos, mientras pasan como saetas los corredores y corredoras atléticos, a izquierda y derecha, sin mirar atrás.